Textos y artículos

La herida incurable
(Amelia de Sola)
Dice Silo del núcleo de ensueño, ese don de vaciedad que permanece como fuente de dolor en nuestro centro, que "no es tan mal sujeto". Y es que, en efecto, ese núcleo, cuya función consiste en producir ensueños compensatorios, es la fuente de nuestro dinamismo y nuestras búsquedas, puesto que sin dolor, y sin imágenes compensatorias a ese dolor, imágenes cargadas de deseo, de libido, de fuerza dinámica, no habría búsqueda, ni movimiento, ni aprendizaje, ni vida. Sin núcleo de vacío, sin herida -la herida incurable- no habría vida, o al menos vida humana.
Herida incurable porque, si bien al transformarse la situación vital, al evolucionar, si se quiere, el ser, la naturaleza de la carencia básica, y por tanto de los ensueños que la compensan, varía, lo invariable es esa básica carencia que nos acompaña. Tolkien lo describe perfectamente cuando afirma que el don del Uno para los humanos es un corazón que jamás encuentra reposo.
Tal vez a esa fundamental carencia, a esa íntima fuente de dolor, se refiera el mito de Quirón, el centauro herido sin intención por su amigo Hércules (el yo, el portador de la conciencia, el que ya ha emergido de la indiferenciación, el héroe conquistador de su individualidad) con una flecha empapada en sangre de la inmortal Hidra, el divino monstruo cuya sangre envenena para siempre.
Quirón, el sanador, no puede sanar de esa herida. No puede sanar más que renunciando a su inmortalidad, es decir, renunciando a su condición de dios y aceptando un destino humano, corriente, mortal. Muriendo a lo que era, para, en esa transformación, ser elevado a una dignidad más alta.
Dice Silo, de nuevo, que el ensueño compensatorio final de ese nucleo, una vez cumplida la tarea vital, el propio destino, es el deseo de muerte. Deseo que se encuentra a veces, sin rastro de sentimemtalismo ni de autocompasión, en algunos ancianos espléndidos después de una vida bien vivida. El deseo de muerte de Quirón, cansado del dolor de la herida.
Y, de forma menos literal, el deseo de muerte -de transformación radical- cada vez que se agota una etapa vital, que un núcleo de ensueño se desgasta y es sustituido por otro que demanda renovación.
La herida es nuestro destino. La raíz de nuestro sufrimiento y, también, de nuestra tarea vital. El dolor consciente, el deseo consciente (o, para el caso, inconsciente), es la fuerza motriz de nuestra vida. Sin la herida y su dolor, seriamos... dioses. Y ya se sabe que en el mundo de los dioses no hay evolución posible. Los dioses permanecen idénticos a sí mismos. No necesitan cambiar. Carecen de ese corazón que en ningún lugar encuentra reposo.
Honremos, pues, a ese nuestro destino humano. A nuestro precioso nacimiento humano.
(Amelia de Sola)

Fibromialgia: El dolor de las mujeres
(Amelia de Sola)

"Sería ingenuo pensar que la sanación puede tener lugar en el aislamiento... Sería absurdo creer que una mujer por sí sola puede ganar en la lucha por la integridad psíquica"

Mary Daly: "Más allá de Dios Padre"

Por mi profesión, he acompañado, en su viaje interior, a cientos de mujeres con fibromialgia. Fibromialgia: La enfermedad se extiende, como una epidemia incontrolable, por nuestra sociedad deshumanizada. Sin embargo, aparentemente, nadie conoce su causa, y lo que se sabe de ella cabe en dos folios. Dolor. Dolor en todo el cuerpo. Y cansancio. Y depresión. Y falta de vitalidad.
He conocido a mujeres que no podían, por las mañanas, levantarse de la cama sin ayuda. He conocido a mujeres que no soportaban la presión del agua de la ducha sobre su piel, que no podían peinarse, que no eran capaces de sujetar una olla de cocina, que no podían vestirse solas, que no toleraban las caricias del acto del amor. He conocido a mujeres que se arrastraban día a día, rumbo a un trabajo alienante porque de ellas dependían sus hijos, y que, cada vez menos capaces de soportar el dolor de sus cuerpos, acababan en bajas interminables o en pensiones de miseria. He conocido a mujeres que vivían en el infierno. Y también he conocido a hombres, y aún a mujeres, que se negaban a creer en la existencia de la enfermedad, y que aumentaban la carga de quienes la padecían poniendo en duda su realidad, tachándolas de simuladoras.
¿Qué es la fibromialgia? ¿Qué la provoca? ¿Por qué no responde de manera eficaz a ninguna medicación conocida? Son preguntas para las que no tengo respuesta.
Pero he visto a muy pocas mujeres poderosas y felices contraer la enfermedad.
Y he visto que quienes la padecían, en su inmensa mayoría, eran personas que arrastraban años de situaciones biográficas cargadas de estrés, de responsabilidades, de desamor, de soledad, de falta de poder. Mujeres de doble jornada, esforzándose por sacar adelante vidas y realidades imposibles, en un mundo inflexible e incapaz de reconocer y dar respuesta a sus valores y necesidades.
En la tierra devastada de la que el Grial está ausente, es normal que tanto el planeta como los cuerpos de las mujeres se sientan doloridos, que la energía vital se retraiga y que la tristeza se instale.

"La tierra estaba muerta y desierta.
De modo que se perdieron las voces de los pozos
Y las doncellas que estaban en ellos..."

(Prólogo a Perceval. Chretien de Troyes)

Esa tierra devastada es nuestra obra. La obra colectiva de todos y todas nosotras. Entre todos la hemos creado y entre todos la mantenemos. Y cada vez que todos y cada uno de nosotros, los privilegiados de este mundo, los que tenemos acceso a los bienes, a la cultura, al ocio, los que tenemos plus energético para evolucionar y dirigirnos al Espíritu, desoímos nuestra responsabilidad, y seguimsos anteponiendo el miedo al amor, las palabras a los hechos, las teorías a la experiencia, la cobardía al poder de ser, secamos un pozo más, añadimos una nueva ofensa a lo femenino, devastamos nuestra tierra y nuestra vida y aumentamos la carga de dolor del mundo. Cada vez que optamos por la seguridad en lugar de por la creatividad, cada vez que educamos a nuestros hijos en el miedo, cada vez que damos la espalda al amor, la alegría y el gozo de la comunidad y nos vendemos a cambio de afecto, poder o aprobación, somos los artífices de nuestra desvitalización y de la desvitalización de nustras hermanas menos afortunadas y de la tierra que se nos dio para que la cuidáramos.
Podemos pensar que esa realidad de ahí afuera nos es ajena, o que es ilusoria, o que no podemos hacer nada por cambiarla. Podemos creer que nos salvaremos solos. Pero eso sí que es una ilusión, y una ilusión peligrosa, porque no sólo somos individuos, porque a nivel físico somos trozos de planeta, y a nivel interno, miembros del cuerpo del Cristo. No hay salvación, ni poder, ni seguridad individual. Todos estamos enfermos de fibromialgia y sinsentido.
Cuando doblan las campanas, doblan por todos.
(Amelia de Sola)



Matrimonio y divorcio: La voz de una anciana sabia
(Amelia de Sola)
Hoy quiero compartir con vosotros a una de mis maestras, Helen Luke, fallecida hace ya algunos años, y hermosísima anciana sabia, capaz de ofrecer sabiduría y cuidado para el corazón, el alma y el espíritu.
Helen fue analista jungiana y posteriormente fundadora y centro de una comunidad, Apple Farm, donde muchas personas encontraron orientación y alimento interior.
Pero sobre todo fue un ser humano consagrado a la consecución de la totalidad. Su vida, su vida iluminada, fue su obra principal y su mejor legado.
En España, que yo conozca, se ha publicado únicamente un libro suyo, La Vía de la Mujer (EDAF, 1997), que es un pequeño tesoro, casi imposible ya de encontrar.
Helen visitará este espacio con frecuencia.
Hoy quiero ofreceros, con amor y respeto, algunos párrafos de un pequeño ensayo suyo, titulado "La promesa de matrimonio", que trata, en realidad, no sólo del matrimonio, sino también del divorcio consciente.
Espero que Helen os nutra tanto como lo ha hecho conmigo.

LA PROMESA DE MATRIMONIO

"Yo te tomo... de ahora en adelante, en la fortuna y en la desgracia, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, para amarte y cuidarte, yo te prometo fidelidad hasta que la muerte nos separe". Existen pocas palabras más hermosas que éstas. El hombre que las pronuncia con todo su corazón, de pie en el lugar sagrado, está prometiendo algo más que a sí mismo en el matrimonio personal entre él y su amada. Ella le aporta, consciente o inconscientemente, la imagen de todas la mujeres, que nutren y dan nacimiento, no sólo a hijos físicos, sino también a todos los valores de verdadera conexión y de comprensión tierna del corazón. A su vez, para la mujer, su hombre es el símbolo... de la espada del Espíritu, del claro brillo del mundo en la oscuridad...
Muchas personas que no utilizan la Iglesia y sus rituales se conmueven en una boda, cuando su inconsciente responde a esta imagen profundamente oculta. Y ello porque las dos personas que se hallan ante el altar... son los símbolos del matrimonio que todos los seres humanos anhelan en su corazón: el encuentro yo-tu, el matrimonio del Cielo y la Tierra...
No hay ninguna posibilidad de que sean capaces de "amar y cuidarse" mutuamente, a menos que cada uno esté preparado para aceptar su propia oscuridad y debilidad, y para esforzarse en pos del "matrimonio sagrado" interior, dejando así libre al otro para encontrar su realidad individual. Si existe un continuo desarrollo de la conciencia a través de la pasión y del gozo cotidiano, y por medio de un arduo trabajo para mantener el contacto con el sentido de lo simbólico, crecerán sin duda, juntos en la madurez del amor. Quienes no se casan están igualmente comprometidos a encontrar compañeros en su camino si quieren conocer el amor, aportando el símbolo de la encarnación en todas sus relaciones con los demás sean de la clase que sean: con sus amigos, amantes, enemigos o compañeros eventuales...
El divorcio no siempre significa que el matrimonio haya fracasado. Hay algunos matrimonios en los que , a pesar de que ambos hayan sido auténticos a su promesa... puede llegar no obstante un momento en el que las partes no vividas de sus respectivas personalidades estén intentando hacerse conscientes. Puede surgir entonces una situación en la que si permanecen juntas las dos personas, que en esencia se aman y siempre se amarán, harán una regresión a la esterilidad y a la amargura, si no tienen el valor de aceptar el sufrimiento de la separación. Su búsqueda de totalidad puede exigir en esa situación ignorar las leyes externas... con objeto de seguir siendo fieles al voto interno absolutamente vinculante de "amar y cuidar desde ahora en adelante". Uno no tiene que vivir con una persona -y ni siquiera verla de nuevo nunca- con el objeto de amar y cuidar en todos los aspectos. Un reconocimiento consciente de los fracasos, una devoción inquebrantable hacia el amor que libera, puede convertir el divorcio en algo de una gran belleza, en una experiencia a través de la cual un hombre o una mujer pueden extraer del sufrimiento un amor más puro en todos sus duros encuentros. El divorcio es entonces un acto de sacrificio -que no es destructivo-, y el matrimonio original puede seguir siendo procreativo, en el sentido más profundo, hasta el fin de la vida...
Cuando ha muerto el símbolo entre dos personas, cuando no queda comunicación más que al nivel del ego, que se mueve entre los opuestos, si los cónyuges se aferran a la letra de la ley, resultará una traición de la promesa de matrimonio en el inconsciente, donde el ánimus y el ánima luchan por destruirse mutuamente. La muerte los ha separado en el sentido más real de la palabra...
Leí el otro día un ritual simple y hermoso de divorcio en las islas Orkney, mucho antes de la llegada de los tribunales de justicia. Las personas que habían decidido separarse tenían que acudir a una determinada iglesia juntas y salir tranquilamente de ella, una por la puerta norte y otra por la puerta sur. Eso era todo. Era seguramente el símbolo perfecto de un verdadero divorcio, una señal de su carácter potencialmente sagrado..."

Leyendo las hermosas palabras de Helen, se me ocurre que ambos conceptos, matrimonio y divorcio, no sólo son aplicables al compromiso o separación entre un hombre y una mujer. Todos nosotros nos "casamos" multitud de veces con trabajos, proyectos, amigos, relaciones de muchos tipos, maestros, etapas de la vida... Y ese matrimonio debería, sin duda, ser mantenido "hasta que la muerte nos separe", es decir, hasta que nuestro proceso interior "mate" a la persona que fuimos y que realizó ese matrimonio, y la convierta en un ser nuevo. Aceptar entonces, pese al sufrimiento, al miedo y al desgarro, la necesidad de separación, es un sacrificio, un "sacrum facere" necesario en aras de la renovación de la vida, un divorcio consciente que preserva verdaderamente el compromiso de "amar y cuidar desde ahora en adelante".
(Amelia de Sola)



La dama fea
(Amelia de Sola)

"El doble vínculo de la autoridad femenina: Las mujeres están condenadas si reivindican su propia autoridad (se las califica de controladoras, dominantes, brujas o incluso feminazis) y condenadas si no la reivindican (se las califica de manipuladoras, dependientes, reprimidas, o, aún peor, inmaduras o derrotistas)."
Polly Young Eisendrath: "La mujer y el deseo"

Una hermosa leyenda del ciclo artúrico, cuyo origen puede rastrearse hasta el siglo XII, época en que en Occidente comienzan a aparecer los primeros indicios del retorno de los valores femeninos a nuestra cultura. (La versión está tomada de Polly Young Eisendrath)

LA DAMA FEA: GAWAIN Y LADY RAGNELL

"Un día., el rey Arturo estaba cazando ... cuando miró hacia arriba y se encontró a un alto y poderoso jefe que blandía su espada de tal modo que parecía que iba a partir en dos al rey en el acto. Ese hombre era sir Gromer, que declaró que estaba buscando vengarse de la pérdida de parte de sus tierras septentrionales en manos del rey Arturo. Como el rey estaba desarmado, sir Gromer fue clemente con él y le dio la oportunidad de salvar su vida. Sir Gromer le planteó un desafío: el rey tenía un año para regresar desarmado a ese mismo lugar con la respuesta a una pregunta: ¿Qué es lo que, ante todo, más desean las mujeres?
Si el rey Arturo respondía a esa pregunta correctamente, le perdonaría la vida. Si no, perdería su cabeza.
El rey Arturo asintió pero quedó muy desanimado. "Debe ser una pregunta con trampa", pensó. Estaba seguro de que nadie conocía la respuesta. De regreso al castillo, el rey Arturo contó toda la historia a su sobrino sir Gawain, que era conocido como el más sensato, bravo, compasivo y cortés de todos los caballeros de la Tabla Redonda. El joven caballero, a diferencia del rey, quedó muy esperanzado. Él y el rey Arturo tenían un año para investigar por todo el reino, y estaba seguro de que encontrarían la respuesta correcta.
Pasó casi un año, y Arturo y Gawain recogieron muchas respuestas, pero ninguna de ellas parecía ser la correcta.
El día señalado estaba al caer cuando, una mañana, el Rey Arturo cabalgó solo... y al borde del bosque de robles de repente le salió al frente una mujer grande y grotesca cubierta de harapos y casi tan ancha como alta. Sus ojos miraron sin miedo los ojos del rey al tiempo que le espetaba:
-Eres Arturo, el rey, y en dos días debes encontrarte con sir Gromer con la respuesta a una pregunta.
-Sí -respondió dubitativamente el rey...
-Soy lady Ragnell, y sir Gromer es mi hermanastro. No tienes la respuesta correcta, ¿verdad que no?
-Tengo muchas respuestas, pero ¿en qué puede esto interesarte?...
-No tienes la respuesta correcta -dijo lady Ragnell con una confianza que llenó al rey Arturo de pesar-. -Yo tengo la respuesta.
-¡Dime la respuesta y te daré una gran bolsa llena de oro!
-El oro no me sirve para nada -respondió Ragnell con calma.
-No digas tonterías, mujer... ¿qué quieres entonces? ¿joyas? ¿tierras? Te pagaré lo que quieras... si me das la respuesta correcta.
-... Pido a cambio que sir Gawain se convierta en mi esposo.
Al rey Arturo se le cortó la respiración.
-¡Imposible! -gritó- Pides lo imposible, mujer. No te puedo dar a mi sobrino. ¡Él se pertenece a sí mismo y no me corresponde a mí dártelo!
-No te pedí que me dieses al caballero Gawain. Si Gawain está de acuerdo en casarse conmigo por su propia voluntad, te daré la respuesta. Éstas son mis condiciones...
-¡Es imposible! ¡Nunca le podré formular a Gawain tal propuesta!
Ragnell miró fijamente con calma el rostro del rey y simplemente añadió:
-Si cambias de opinión, estaré aquí mañana. -A continuación, desapareció en el bosque...
Cuando Arturo regresó al castillo no pudo menos que contar a su sobrino la aventura...
-Ella conoce la respuesta, estoy seguro de ello, pero yo no tenía la intención de contarte nada de ésto...
Gawain afirmó:
-Es mi elección y mi decisión. Volveré contigo mañana, y consentiré en casarme, con la única condición de que su respuesta te salve la vida.
A la mañana siguiente temprano, Gawain salió cabalgando con el rey Arturo para encontrarse con lady Ragnell. Incluso el verle el rostro cara a cara no conmovió la resolución de Gawain. Su proposición fue aceptada, y Gawain la saludó, inclinándose cortesmente:
-Si mañana tu respuesta salva la vida del rey, nos casaremos....
Llegada la desdichada mañana... el alto y poderoso jefe estaba esperando al rey Arturo , con su espada que relucía al sol. El rey Arturo respondió a su pregunta:
-Lo que una mujer desea sobre todo es el poder de independencia soberana, el derecho de ejercer su propia y libre voluntad.
Con un gran juramento, Gromer dejó caer su espada al lado.
-¡No encontraste esa respuesta por tí mismo! ¡Mi maldita hermanastra Ragnell te la dio! ¡Le cortaré la cabeza, la atravesaré con mi espada!...
Muy pronto se expandió por el castillo la noticia de que se iba a celebrar una extraña boda entre una bruja fea y el magnífico Gawain... Algunos pensaron que ella debía poseer grandes tierras y propiedades. Otros pensaron que debía poseer algún secreto mágico. La mayoría simplemente estaban asombrados ante el destino del pobre Gawain.
El rey Arturo apartó a un lado a su sobrino diciéndole:
-Tal vez sea conveniente posponer la boda.
-Tío, le di mi palabra a ella. ¿Quieres que rompa mi promesa?...
Así pues, la boda se celebró en la abadía y las fiestas de ese extraño matrimonio se celebraron ante toda la corte. A lo largo de todo el día y de toda la tarde, Gawain permaneció agradable y cortés. De ninguna forma mostró otra cosa que una bondadosa atención hacia su novia. Al final, la pareja de recien casados se retiró a sus aposentos.
-Has mantenido tu promesa adecuada y lealmente- señaló Ragnell-. No me has mostrado piedad ni repulsión. Ven y bésame ahora que estamos casados.
Gawain fue inmediatamente hacia ella y la besó. Cuando se apartó, ante él se hallaba una mujer hermosa y serena con ojos grises y un rostro sonriente.
-¿Me prefieres así?
-Sí, por supuesto, pero no lo entiendo.
-Mi hermanastro Gromer siempre me ha odiado. Obtuvo un arte de brujería de su madre y lo utilizó para transformarme en una bruja monstruosa. Él me ordenó vivir con esa forma hasta que el caballero más noble de Bretaña me escogiera libremente como novia...
-Pero, ¿por qué te odiaba tan cruelmente?
-...Porque yo desobedecía sus órdenes, tanto sobre mis propiedades como sobre mi persona.
-Entonces, ¡has obtenido la condición imposible y el malvado hechizo se ha roto!
-Sólo en parte, mi querido Gawain... Tú decides cómo seré. ¿Prefieres tenerme así, en mi propia forma, de noche, en nuestros aposentos? ¿O me quieres tener grotesca de noche en nuestros aposentos, y en mi propia forma de día, en el castillo? ¿Guapa de noche o guapa de día? Piensa cuidadosamente antes de decidir.
Gawain se arrodilló ante su novia y respondió al instante:
-Es una decisión que no puedo tomar. Te corresponde a tí, mi querida Ragnell, y sólo tú puedes elegir. Elijas lo que elijas, me inclinaré con gusto ante ello.
Ragnell suspiró larga y profundamente. El brillo de su rostro sobrepasó a Gawain.
-Has respondido bien, mi querido Gawain. Tu respuesta ha roto completamente el malvado hechizo de Gromer. La última condición que puso fue que tras la boda, el más grande caballero de Bretaña, mi esposo, debía darme el poder de la independencia soberana, el derecho de ejercer mi propia y libre voluntad. Sólo entonces el encantamiento maligno se rompería para siempre, y yo tendría mi propia forma tanto de noche como de día.
Y así, con maravilla y alegría, empezó el matrimonio de Lady Ragnell y sir Gawain."


Lady Ragenll cometió un pecado imperdonable, no ser sumisa, no hacer lo que se esperaba de ella, no admitir presiones sobre sus propiedades, su comportamiento o su persona, ser un ser libre, y por ello fue castigada: Se la transformó en (se la consideró) una bruja monstruosa.
No obstante, contra la opinión de su mundo, y pese a su "fealdad", ella sigue afirmando lo que es y lo que quiere, sin falsa vergüenza ni complejo de inferioridad, haciendo uso de su libertad y su soberanía sobre sí misma, y cuando esa soberanía es respetada por un hombre capaz de asumirla sin sentirse disminuído (Gawain), ella es vista como realmente es, no como una bruja monstruosa, sino como una mujer "hermosa y serena".
Esta historia es de la época en que aparece el amor cortés, en que en Europa comienzan los primeros signos del retorno de la Diosa. Es primitiva y, en muchos aspectos, aún patriarcal, pero es conmovedora y verídica en lo esencial. Y acierta en lo que quieren las mujeres... si consiguen liberarse del miedo. Por cierto, creo que es también lo que quieren los hombres: "el poder de independencia soberana, el derecho de ejercer su propia y libre voluntad." Sobre sí mismos, se entiende. Porque lady Ragnell no desea poder "sobre" nadie, sino poder de ser. De ser y vivir bajo el signo de la libertad.
(Amelia de Sola)




Transexualidad
(Amelia de Sola)

Con frecuencia recuerdo el breve periodo de mi vida en que trabajé con transexuales. Fue hace ya casi una década. En un pequeño centro de salud, un psicólogo aislado, sin ningún respaldo del sistema, se dedicaba a apoyar y a buscar apoyos para un colectivo que, por minoritario y por ajeno a los ojos de la supuesta "normalidad", resulta, y resultaba más por aquel entonces, molesto y condenado a la invisibilidad. Recalé por allí durante unos cortos meses, y dediqué todo el tiempo que pude a hablar con ellos. Sencillamente, a hablar. A intentar comprender.
¡Comprender! Como si hubiera algo especial que comprender. Era, claro está, gente. Y la gente es gente, sea transexual o seguidora del Atlétic. Gente normal a la que no se permitía ser normal.
Me llegaron al corazón. Aún ahora, tanto tiempo después, puedo recordar las horas de charla, de risas y de llantos, las historias, las ilusiones, los proyectos.
Estaba Laura, rondando los treinta y de aspecto perfectamente masculino, pero que se sentía, y era, mujer. Laura, inteligente y culta, licenciada en una exigente carrera de Ciencias, acababa de aprobar una oposición y estaba llena de proyectos. Conforme pudiera pedir una excedencia, se iba a transformar físicamente. Iba a adecuar su cuerpo a lo que internamente sentía que era. Antes de iniciar el proceso, congelaría semen. Por si alguna vez deseaba tener hijos propios.

En el otro extremo del espectro, Luisa era una adolescente, nacida varón, cuya familia, humilde y de nivel cultural bajo, la había expulsado de su seno al conocer su "anormalidad". Luisa subsistía como podía, en casas de amigos, de amantes de paso, prostituyéndose ocasionalmente. Era una romántica incurable. Quería transformar su cuerpo, y encontrar el amor. Como todo el mundo.

Eugenio venía siempre con su novia. Nacido Ester, era nervioso y con frecuencia se deprimía. Estaban a punto de echarlo de su trabajo. Su "salida del armario" no había gustado nada a un jefe convencional que no sabía qué hacer con una empleada que iba para empleado, en plena transformación de aspecto y a la que, en sus palabras (las del jefe), "no se sabe en qué vestuario poner". Eugenio iba a quedarse sin medio de vida.

Jacinto, también siempre acompañado de su mujer desde hacía ya muchos años, era un personaje de leyenda. Nacido Olga, pero sabiéndose varón, había vivido una vida de aventuras que recordaban al salvaje oeste. Había vagado por África, haciéndose respetar "por sus cojones", trabajando en las cosas más insospechadas, hasta recalar, ya mayor, en una pareja estable y un pequeño negocio barrial.

Alicia no se atrevía a transformarse. Era padre de varios hijos, y temía que su ex esposa se los arrebatara del todo si se convertía físicamente en mujer. Se travestía siempre que podía, pero vivía dividida.

Ángeles era una jovencita de la que nadie hubiera dicho que nació Ángel. Con vaqueros, coleta y blusita de tonos claros, perecía, y era, una estudiante perfectamente normal. Me contó que desde muy niña había sentido que no encajaba en las categorías que conocía, pero que no tenía palabras para lo que se sentía. Hasta que un día, alrededor de los doce años, vio un programa de televisión sobre transexuales, y se hizo la luz en su mente. ¡Eso era!. Se lo dijo a sus padres, quienes, tras el susto inicial, la preceptiva ronda por psiquiatras y psicólogos, y la aceptación de que el asunto no tenía "solución", tomaron la sabia decisión de apoyar a su hija. Hormonada desde muy joven, con un aspecto totalmente femenino, sin estridencias, Ángeles aún conservaba sus genitales masculinos, y estaba evaluando si se operaba, como quería su madre ("para que fuera una mujer completa"), o permanecía así. Me hizo notar su sorpresa por el éxito que tenía entre los chicos ese aspecto de mujer con falo. Los volvía locos, me confesó... pero no para quedarse, añadía con sentimiento. Y es que ella quería amor, no fascinación.

Hubo muchos más casos. Con ellos aprendí mucho, muchísimo, sobre humanidad, dignidad, humor y valentía. Y sobre crueldad. Sobre la crueldad del sistema, que es la nuestra. Sobre cómo podemos destrozar vidas humanas simplemente porque esas personas no encajan en nuestra estrecha definición de "normalidad". Sobre el pequeño dictador sangriento que llevamos dentro, hinchado de prejuicios y de ignorancia, pontificando sobre esto y aquéllo y condenando al ostracismo, al estigma y a la invisibilidad a nuestros semejantes para no tener que reconocer que ellos, los chivos expiatorios de este mundo, no son más que el espejo de nuestra sombra, de todo lo que no nos atrevemos a mirar, a aceptar, de nosotros mismos, de nuestra sociedad y de nuestra cultura.

Más o menos por la misma época en que yo mantenía estas entrevistas, saltó a la prensa el caso de un catedrático de Universidad, maduro, casado y con hijos, que después de toda una vida de división interna había tenido el valor de hacer pública su condición de mujer. El escándalo, en un medio tan conservador como la Universidad, había sido enorme, y tuve la ocasión de conocer algunos detalles gracias a amigos que vivieron de cerca el proceso. Al parecer, y en general, las mujeres aceptaron con bastante más normalidad que los hombres el cambio de su colega. Éstos se parapetaban en cuestiones "científicas", aduciendo que, desde la transformación, la catedrática se dedicaba menos a la ciencia y más a salir en los medios de comunicación, a participar en debates y actos públicos y a ser, en suma, una suerte de bandera o emblema de la transexualidad. En lugar, pensaba yo, de quedarse humildemente en silencio y lavar los trapitos sucios en casa, como la gente bienpensante. Y es que hay cientos de catedráticos y catedráticas que pueden dedicarse a la ciencia. Pero sólo una, esta mujer renacida y valiente, que puede, y debe (es su dharma) hacer visible lo invisible, sacar de la marginalidad lo que hemos condenado al mundo de la noche y poner ante los ojos de todos una realidad que convive con nosotros, queramos mirar o no.

Las compañeras mujeres, por su parte, al parecer asumieron la labor de ayudar a la recién llegada a aprender a vestirse ("eres una catedrática, no una artista de cine"), a comportarse y a vivir como mujer, algo que no debe ser nada fácil para quien ha llevado por décadas el rol de varón.

A ver, imaginemos que somos quienes somos, con la vida que llevemos y la edad que tengamos. Imaginemos que siempre, desde la niñez, hemos estado divididos, sintiéndonos del otro sexo, atrapados en el cuerpo "equivocado". Imaginemos el sufrimiento de año tras año de aparentar ser quien no somos, de negar no sólo nuestra sexualidad, nuestros gustos, nuestras inclinaciones, sino nuestra identidad más nuclear. Imaginemos el dolor, el miedo, el desconcierto. Imaginemos que no podemos más, y que finalmente decidimos... decidimos ¿qué? ¿Qué pasaría con nuestra vida con esa decisión? ¿Qué pasaría con nuestra familia, con nuestro matrimonio o pareja, con nuestros hijos, con nuestros amigos? ¿Qué pasaría con nuestra economía? ¿Qué pasaría con nuestro trabajo, nuestro prestigio profesional, nuestros ingresos? ¿Qué con nuestra forma de movernos, de relacionarnos, de vestir, de amar?

¿Qué pasaría con nuestro cuerpo? Un cuerpo de varón requiere, para feminizarse, hormonación sostenida, una complicada operación de genitales, construcción de mamas, extirpar el cartílago tiroides, depilación... Un cuerpo de mujer, para masculinizarse, requiere una operación de genitales aún más compleja, hormonación, ablación de mamas... ¿Sabe alguien lo que cuesta todo esto, en términos tanto monetarios como psicológicos? ¿Qué haríamos, si nos viésemos abocados a ello? ¿Podríamos asumirlo? ¿Podríamos conservar nuestro más o menos confortable lugar en el sistema, o nos veríamos arrastrados a la marginalidad? ¿Perderíamos el amor que nos sostiene, la familia, la comunidad?

Pensemos en ello cada vez que aparezca el diferente. Pensemos en ello, porque de esa consciencia nuestra dependen vidas. De nuestro amor o de nuestra indiferencia. De nuestro compromiso o de nuestra "neutralidad".

Vivimos en un mundo complejo. Hagamos de ello ocasión de riqueza y aprendizaje, no de exclusión, estrechez y crueldad para otros seres humanos.
(Amelia de Sola)



Los tenues hilos
(Robert A. Johnson)

Robert Johnson, al que, pese no haberlo conocido nunca físicamente, considero uno de mis mejores maestros, y seguramente el más querido, es analista jungiano, un anciano lleno de sabiduría y un ser humano excepcional. Para mí, El equilibrio entre el cielo y la tierra es uno de los libros más sanadores que he tenido la suerte de que caigan en mis manos. Con el regalo añadido de que su lectura es una pura delicia.

"Resulta audaz, en esta época de ciencia y voluntariosa determinación, proponer la idea de que la existencia de un ser humano está en cierto modo inspirada, guiada e incluso regida por fuerzas invisibles fuera de nuestro control. Tanto si lo llamamos hado, destino o la mano de Dios, los tenues hilos funcionan, aportando coherencia y continuidad a nuestras vidas. Con el tiempo van tejiendo un notable tapiz.
¿Qué son esos tenues hilos? Estar en un lugar determinado en el momento adecuado, encontrarse con alguien que te guía en una dirección no prevista, la inesperada aparición de trabajo, o dinero, o inspiración, precisamente cuando son más necesarios. Son los patrones que dan significado a nuestras experiencias.
Algunas personas parecen ejercer un mayor libre albedrío sobre sus vidas. Hacen planes, se marcan objetivos y proceden con total confianza de ser ellos quienes tienen el control. En mi caso nunca ha sido así, a pesar de mis mejores intentos.
Si miro hacia atrás desde la perspectiva de mis setenta y siete años, está claro ahora que mi existencia siempre ha sido manejada por un hado benevolente. Me ha llevado la mayor parte de toda una vida aceptar esta idea, y la mayor parte del tiempo sigo sin entenderlo. Pero he aprendido a dejar de luchar contra ello. En mi juventud, anduve perdido y seguí los tenues hilos solamente cuando me apetecía o cuando parecía que me llevaban allí donde yo quería ir. Muchas veces luché para oponerme a ellos. No obstante, como resultado de mi avanzada edad, finalmente he llegado a confiar en el misterio. El misterio es éste: existe una cosa correcta, y solamente una, que es la que hay que hacer en cada instante. Podemos seguir los tenues hilos o resistirnos a ellos.
Todos tenemos libre albedrío y por lo tanto podemos intentar forzar las situaciones que nos trae la vida. Quizás esa lucha es la que nos mantiene ligados a esta tierra. Pero gradualmente he aprendido a aceptar que los tenues hilos poseen más inteligencia y sabiduría de la que nuestros complicados egos pueden llegar a alcanzar jamás. Tanto en las buenas épocas como en las malas, un tenue hilo tras otro me ha sacado de los atolladeros y, todos juntos, han dado forma a lo que sé y a lo que soy.
Esta noción de los tenues hilos es esencialmente una idea religiosa. No me siento muy cómodo con la religión tradicional, al menos tal como se practica en mi propia cultura. Y por ello muchas veces me encuentro buscando nuevos términos para expresar cosas viejas. Pero sin embargo sí sé que mi vida está dirigida por algún tipo de entidad coherente e inteligente, o si lo prefieren, por una mano que me guía o un santo patrón.
El mundo celestial se ganó mi lealtad para siempre después de que una grave herida me reclamara para una vida interior. Pero ello no me alejó de la necesidad de construírme, simultáneamente, una vida terrenal. Éste se convirtió en mi desafío central: aprender cómo equilibrar esos dos reinos.
Quedarse en el bando de una de esas dos grandes realidades -el cielo y la tierra- es un grave error. Con el tiempo llegué a apreciar que el punto medio, desde donde se puede honrar a ambos mundos, no es solamente el lugar más seguro, sino también allí donde reside el éxtasis, el lugar sagrado. Si uno trabaja fiel y pacientemente en esa labor de equilibrar cielo y tierra, finalmente puede llegar a ser consciente de un hecho aún más notable: que esos dos mundos son, de hecho, uno solo."
(Robert A. Johnson: El equilibrio entre el cielo y la tierra. Recuerdos de visiones, sueños y realizaciones. Ed. Paidos)




Sufrimiento
(Helen Luke)

Mater misericordiae, maestra, amorosa personificación de la anciana sabia, Helen Luke es una de mis autoras de referencia.
No necesito ni estar de acuerdo con lo que escribe (de hecho, a veces no lo estoy). Me basta (como me sucede con su compañero del alma, Robert Johnson) con la irradiación de lo que ella "es".
El único libro que le conozco en castellano es "La vía de la mujer", publicado por EDAF y casi imposible de encontrar actualmente. Como creo que vale la pena dar a conocer su pensamiento, de vez en cuando publicaré algún texto o extracto. Lo que sí que he encontrado alguna vez por la web, creo recordar, es alguna entrevista. Leerla siempre es, al menos para mí, un regalo.
SUFRIMIENTO

"...Existen dos clases de experiencia que llamamos sufrir: una que es totalmente improductiva, un estado neurótico de depresión sin sentido, y otra que constituye la condición esencial de cualquier etapa del camino de lo que C.G. Jung llamó individuación. Tal vez las imágenes de peso bajo las que caemos y actuamos llenos de autocompasión, o de peso que sobrellevamos con plena conciencia, pueden ser una orientación en momentos de oscuridad... Ninguna oportunidad es demasiado pequeña para elegir entre el sufrimiento y la depresión.
Profundamente enraizada en la psique infantil el presupuesto... de que la cura para la depresión consiste en sustituirla por sentimientos placenteros y felices, cuando la única cura válida para cualquier clase de depresión se halla en la aceptación del sufrimiento real. Salir de ella por cualquier otro medio es un simple paliativo y sienta las bases de la siguiente depresión. Absolutamente nada la ha sucedido al alma. Las raíces de todas nuestras neurosis residen aquí, en el conflicto entre el anhelo de evolución y libertad y nuestra incapacidad o rechazo de pagar el precio en este tipo de sufrimiento que desafía la supremacía de las demandas del ego... El ego soportará las peores agonías de infelicidad neurótica antes que un instante de aceptación de la muerte de ni siquiera una parte de su exigencia o de su sentimiento de importancia. Podemos hacer algo para seguir la pista de algunas de las evasiones continuas del ego, descubriendo nuestro miedo a la humillación. De este miedo de degradación a nuestros propios ojos y a los ojos de los demás, real o imaginado, proviene el peso muerto de los cambios de ánimo y de la depresión. Para la persona verdaderamente humilde, no existe la humillación. Es imposible humillarla o que sienta humillación, porque ya no tienen significado para ella las "categorías" del prestigio... Pero la vía de la humildad atraviesa el dolor de la humillación aceptada. En el momento en que la tomamos y la sobrellevamos sin ningún movimiento de autodestrucción, dejamos de ser humillados y empezamos a sufrir...
Si no tenemos un sobresaliente o al menos un notable en cada uno de los aspectos de la vida, nos culpamos a nosotros mismos. La tensión puritana de nuestra herencia refuerza esta actitud hasta tal punto que es posible que incluso nos permitamos en el trabajo de nuestra vida interior generar un falso sentimiento de culpabilidad sobre nuestras debilidades físicas y emocionales. Por supuesto, a un nivel es verdad que esta clase de síntoma, físico o psicológico, constituye una clave para el trabajo del inconsciente que debe llevarse a cabo en el momento oportuno. Pero si sentimos que ese tipo de culpabilidad mortal simplemente significa que no podemos aceptar nuestra condición humana, que hemos dado vía libre a la hubris y estamos diciendo inconscientemente "debo ser como Dios, libre de toda debilidad", olvidando lo que le sucedió al propio Dios en la cruz. Las claves deben trabajarse, pero el mismo síntoma es algo que debe aceptarse total y libremente sin culpabilidad egótica o ninguna demanda de ser liberado de él.
La esperanza de la liberación es otra cosa natural y justa, como también lo son los esfuerzos para salir de la enfermedad o de un determinado estado de ánimo...De hacho, las dos actitudes son una, y la aceptación real nos conducirá a buscar la vía adecuada (de tratamiento o cura).
Por grandes que puedan ser nuestros esfuerzos para lograr esa actitud consciente hacia el sufrimiento, no podemos tener éxito sin una toma de consciencia de que, a pesar de la aparente falta de sentido, siempre existe un significado implícito universal, incluso en sobrellevar las pequeñas desgracias. Cada vez que una persona cambia la depresión neurótica por el sufrimiento real, está compartiendo en alguna medida la carga del sufrimiento de la humanidad, sobrellevando una mínima parte de la oscuridad del mundo... El significado ha entrado en la experiencia... El más mínimo consentimiento al dolor denso y agudo del sufrimiento objetivo en el asunto aparentemente más trivial puede tener una influencia, como dice el sabio chino, "a una distancia de mil leguas". Podemos estar completamente seguros de que, en alguna parte, se ha aligerado una carga gracias a nuestro esfuerzo...
Lo mismo que no existe cura para una clase inferior de amor, excepto un amor mayor y más consciente, no hay cura para el llamado sufrimiento inferior, excepto una clase mayor de sufrimiento. Es posible mediante una intensa atención consciente pasar a través de esta puerta a un sufrimiento más agudo, que está vinculado al todo, y entonces ocurre algo extraño. Hemos aligerado el peso, y en lugar de ser aplastados por él, lo encontramos extraordinariamente ligero: "Mi yugo es suave, y mi carga, ligera". El dolor permanece, pero es más como la punzada de una espada que un peso. "Y a tí misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lucas, II: 35). Estas son las palabras proféticas que el sabio anciano Simeón dijo a María... Veremos sangre vertida, sangre del sacrificio, y así podremos experimentar la alegría, no sólo sentimientos agradables y evasión.
En el ser humano existe un temor a la alegría tan familiar como el temor a sentir dolor, porque la verdadera alegría excluye el sentimiento agradable de autoimportancia, lo mismo que el sufrimiento excluye todos los consuelos de la autocompasión. Nadie puede conocer lo uno sin lo otro. Aquí es importante discriminar entre la falsa alegría y el complejo de mártir, por una parte, y la alegría que está al otro lado de la cruz. Cristo no fue un mártir que fue cantando a la muerte. Si nos sorprendemos sintiéndonos nobles a cuenta de nuestro sufrimiento, podemos estar perfectamente seguros de que nos hallamos simplemente ante la vieja trampa de salir de la depresión hacia el sentimiento placentero, que es tanto más peligroso cuanto que está disfrazado de noble.
El sufrimiento real pertenece a la inocencia, no a la culpabilidad. Mientras nos sintamos desgraciados porque estamos llenos de remordimiento y culpabilidad o vergüenza por nuestra debilidad, todos nosotros vivimos una pérdida de energía vital y, en este caso, no tiene lugar ninguna transformación. Pero en el instante en que aceptamos objetivamente la culpabilidad y la vergüenza, nuestra parte inocente tenderá a sufrir, el peso se convierte en una espada, sangramos y la energía vuelve a fluir dentro de nosotros en un nivel más profundo y consciente. Ése es el arrepentimiento real como algo opuesto a la vergüenza centrada en el ego, porque implica reconocimiento de la verdadera culpabilidad que yace siempre bajo nuestras evasiones de la conciencia objetiva. Sólo cuando nuestra parte inocente comienza a sufrir, hay vida y creación dentro de nosotros y a nuestro alrededor, pero, en general, preferimos permanecer encerrados en este círculo vicioso y totalmente improductivo del remordimiento y de la complacencia superficial, seguidos por una repetición del pecado, más remordimiento, etc. En el Libro de Job, la condena de Dios recae sobre la racionalidad complaciente de los falsos consoladores que aseguran a Job que probablemente no estaría sufriendo si no fuera moralmente culpable. Para Job, sufriente aunque inocente, la respuesta de Dios es simplemente manifestarse a sí mismo en su infinito poder y gloria, más allá de toda explicación racional.
En esta época, en la que los medios de comunicación nos traen diariamente la visión y el sonido de los espantosos sufrimientos de los inocentes, todos nosotros tenemos una gran necesidad de recordatorios de la única forma por la que podemos contribuir a la curación de la terrible escisión de nuestra época.... Cuando un ser humano acepta la responsabilidad de su ceguera sin ninguna falsa culpabilidad, incluso en las cosas más pequeñas, se desmoronan la autocompasión y las proyecciones de culpabilidad sobre los demás o sobre Dios, y queda reforzada en nuestro entorno la felicidad más allá de los opuestos... Así pues, sufrimos la espada de la objetividad sin rechazar nada, de forma que la curación pueda alcanzar "los corazones de muchos", sin nuestra intención consciente. Esto sucede... en la medida en que se han experimentado conscientemente la bendición y la maldición como una sola cosa en la psique. Es una experiencia que, como C.G. Jung escribió en Mysteriun Coniuctionis, alcanza a "la persona en calma, la persona que constituye el sentido del mundo".
...La palabra pasión, procedente de la palabra latina passio, significa sufrimiento, y se utiliza para describir los sufrimientos de Cristo. Normalmente, esta palabra se aplica a cualquier emoción que va más allá de los límites de la razón, consumiendo y poseyendo al ser humano de tal forma que se halla en estado de "entusiasmo", que, en su significado literal, es el estado de estar lleno de Dios, ya sea el Dios de la cólera, del amor o del odio.
Cuando el sufrimiento irrumpe en el pequeño contexto personal y expone al ser humano al dolor y a la oscuridad de la vida misma, queda abierto el camino a ese último estado de pasión que está más allá de todas las pasiones del deseo. Allí, estando completamente vacíos, como Cristo estaba vacío cuando gritaba "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", puede finalmente llenarse con la totalidad del mismo Dios."
(Helen Luke: "Sufrimiento", en "La vía de la mujer")



El aspecto oscuro de la Diosa
(Edward C. Whitmont)
"El estudio de Perera sobre el descenso de Inanna al mundo subterráneo, al estar escrito por una mujer, nos da una visión profunda y personalmente auténtica de ese lado nocturno de lo femenino que resulta tan aterrador que el patriarcado tenía que reprimirlo. Incluso en su aspecto más luminoso y diurno, como reina del cielo, de la vida y de la fertilidad, el simbolismo de Inanna no refleja seguridad plácida y estática, sino que "como la radiante y errática estrella vespertina y matutina... representa energías que es imposible mantener o contener o hacer seguras e indudables." Representa una consciencia de transición y frontera... creatividad y cambio... preside los altibajos del destino, que es a la vez impredecible e inexorable, y obliga a aceptar la vida como un proceso de cambio continuo.
Según el poema sumerio, Inanna es también una diosa león de la guerra y matadora del dragón, "el corazón de la batalla", "el brazo de los guerreros", "que todo lo devora con su poder, la de corazón fiero y rostro aterrador", ambiciosa, regia y poderosa, es también, con la misma pasión, la diosa del amor sexual... Anhela y toma, niega y destruye, y luego se lamenta y compone cantos afligidos...No despierta el deseo desde dentro, sino que proclama su necesidad activamente y celebra su cuerpo en la canción...amorosa, celosa, afligida, gozosa, tímida, exhibicionista, ladrona, apasionada, ambiciosa y generosa. Pero es también virgen, eternamente joven, dinámica, feroz e independiente. Encarna el aspecto lúdico, autónomo e indomable de lo femenino.
Si la encarnación de esta gama feroz e indomable de afectos era bastante mala, el rostro sombrío e infernal de Ereshkigal, su otro lado, resulta aún más aterrador para el ego patriarcal en formación en ambos sexos. Ereshkigal rige todas las cosas que parecen oponerse a la vida: Muerte, no ser, aniquilación, vacío. "Ella es la raíz de todo, donde la energía es inerte y la conciencia duerme enroscada. Ella es el lugar donde la vida potencial yace inmóvil, pero agitada por las angustias del nacimiento; está debajo de todo lenguaje y distinción, pero juzga y actúa, llena de codicia, de miedo a perder e incluso de autodespecho, de cólera, de violencia destructiva sadomasoquista, cruda instintividad escindida de la conciencia... el terreno peligroso sobre el que pisa la conciencia, como aspectos inevitables del mundo subterráneo arquetípico, un agujero negro donde se invierte la energía y así se transforma"... que entraña también putrefacción, descomposición y gestación, "que obran sobre el recipiente entregado y pasivo invasoramente y contra su voluntad... como fuerzas impersonales que devoran, destruyen, incuban y dan a luz con crueldad implacable, produciendo así una sensación desesperada y vacía de esterilidad, vacío o pérdida, una angustia abismal, sufrimiento y desvalidez y futilidad, una pérdida de individualidad... una sensación de frialdad despreocupada, como el ojo de la muerte, que rechaza la proximidad, la relación y hasta la piedad... El dominio de Ereshkigal, cuando estamos en él, parece ilimitado, irracional, primordial y totalmente indiferente, destructivo... Contiene una energía que empezamos a conocer mediante el estudio de los agujeros negros y de la descomposición de los elementos, así como... del proceso de fermentación, del cáncer, de la putrefacción, y por las actividades del cerebro inferior que regulan los movimientos peristálticos, la menstruación, el embarazo y otras formas de vida corporal a las que debemos someternos. Es el aspecto destructivo-transformador de la voluntad cósmica. Ereshkigal, a través del tiempo y del sufrimiento, destruye implacable todas las distinciones en sus fuegos indiscriminados... e impulsa, sin embargo, la nueva vida. Simboliza el abismo que es origen y fin, el terreno básico de todo ser..."

(Edward C. Whitmont: Retorno de la Diosa)

Alquimia e individuación
(M. Louise von Franz)"Para comentarlo alquímicamente, es muy frecuente que la piedra filosofal esté rodeada de material extraño que no le pertenece y que, por consiguiente, hay que lavar o quemar hasta que desaparezca. Es un hecho que, en el proceso alquímico, no todo tiene que ser integrado; hay algo que se llama ya sea la tierra condenada, terra damnata, o bien res extraneae, cosas exteriores o externas, que hay que desechar en vez de integrarlas. Hay que tirarlas, sin más ni más. Con frecuencia la gente... cree que todo lo que sucede, sea lo que fuere, pertenece al proceso y debe ser integrado, pero esto es verdad sólo cum grano salis; es un hecho que no todo pertenece... las actitudes colectivas o la identificación con otras personas estorban el desarrollo del individuo. Mucha gente no llega a sí misma debido a su admiración por alguna otra persona, quizá del mismo sexo; siempre se esfuerzan por ser como esa persona y por eso pierden la oportunidad de llegar a ser ellos mismos. Como una serpiente mira fijamente a un conejo, así miran ellos a otro, o a una idea colectiva. Eso es algo externo, no es lo que ellos son, no les pertenece, y esas cosas no tienen que ser integradas. Los sueños le dirán a uno que se aparte de eso, que lo deje, que no es suyo y no tiene por qué interesarle.
Por lo tanto, la individuación significa también diferenciación, separación, el reconocimiento de lo que es nuestro y de lo que no lo es. Lo demás, hay que dejarlo en paz. La libido y la energía no se han de desperdiciar en cosas que no nos pertenecen. Por ende, se puede decir que hay tanto separación como integración, y eso sería regeneración a través del fuego, hasta que... uno alcance un estado de tranquilidad, porque cuando las gentes pueden renunciar a ideales o actitudes colectivas que no le corresponden, de pronto se sienten en paz. De pronto se relajan y dicen: "Gracias a Dios, siempre creí que tenía que ser brillante, y ahora me doy cuenta de que no tengo por qué". Sólo habían estado mirando fijamente a alguien que lo era. De esa manera se redime uno del esfuerzo constante por lograr algo que, en realidad, no le pertenece.
Después se describe la totalidad del proceso como la tierra que se convierte en agua, el agua en aire, el aire en fuego y el fuego en tierra. Ahí tienen ustedes la idea clásica de la circulatio, de moverse a través de los cuatro elementos, de repetir nuevamente el proceso, pero siempre en otro nivel. Es la idea clásica de ir rodeando el Sí Mismo a través de los diferentes elementos y de las diferentes formas; es, entre otras cosas, la circunvalatio, el proceso de individuación a través de las cuatro funciones y de diferentes fases de la vida.
En el proceso de individuación es muy frecuente que emerjan una y otra vez los mismos problemas; parece que ya estuvieran resueltos, pero después de un tiempo reaparecen. Si lo vemos bajo una luz negativa, nos desalentamos y decimos: aquí está otra vez lo mismo, la misma antigualla; pero cuando se lo mira más de cerca, uno suele ver la circulatio, porque la cosa simplemente ha reaparecido en otro nivel. Por ejemplo, ahora puede haberse convertido en un problema de sentimiento.
Tomemos los tipos intelectuales e intuitivos, que recorren muy rápidamente un proceso analítico y que parece que entendieran mucho de psicología jungiana y de lo que les está pasando interiormente. Asimilan mucho, pero para ellos no se ha convertido en un problema ético; el sentimiento queda fuera, y con ello se omite el aspecto ético, lo que significa que en su comportamiento ético en el mundo mantienen el mismo viejo estilo... Hablan del proceso de individuación como si hubieran llegado allí y lo conocieran muy bien, lo que en cierto sentido es verdad, porque lo han asimilado, digamos, en fuego, pero todavía no en tierra. De modo que el fuego tiene que cambiarse en agua y el agua en tierra, y después tienen que volver a vivir toda la cosa una vez más como problema ético. A veces esas personas descubren de improviso que están de nuevo en el comienzo, que no han aprendido ni siquiera el ABC del problema de la sombra o de algo semejante, y dicen que ahora por fin entienden el problema, porque hasta entonces sólo lo habían entendido de un modo parcial.
Esto sucede constantemente con la comprensión psicológica; hay muchas capas, y algo siempre se puede entender en un nivel nuevo y más profundo. Uno lo entiende con una parte de sí mismo, y entonces la moneda sigue cayendo, digamos, y uno se da cuenta de la misma cosa, pero en un nivel mucho más vivo y más rico que antes, y eso puede continuar indefinidamente hasta volverse completamente real. Incluso si uno siente que se ha dado cuenta de algo, debería tener siempre la humildad de decir que así es como lo siente por el momento; unos años más tarde quizá diga que antes no lo sabía en absoluto, pero que ahora puede entender lo que aquello significaba.
Eso es lo que me parece tan hermoso en este trabajo: que es una aventura que no termina nunca, porque cada vez que uno da vuelta a una esquina se le abre una visión totalmente nueva de la vida; uno nunca sabe ni lo tiene completamente claro, ni siquiera en el caso de las cosas que por el momento siente que tiene bien ordenadas.
La última sección se refiere al espíritu viviente y a la espiritualización del cuerpo, haciendo el cuerpo incorpóreo y el espíritu concreto. Es otro aspecto de una coniuctio, de una unión de opuestos...
Todos los acontecimientos externos de la vida no son más que símiles, en cierto sentido, no son más que parábolas de un proceso interior, simbolizaciones sincrónicas. Hay que mirarlos desde ese ángulo para entenderlos e integrarlos, y eso sería espiritualizar lo físico... el cuerpo tiene que ser espiritualizado y el espíritu tiene que encarnarse. Deben suceder ambas cosas... La alquimia compensa la unilateralidad de la espiritualización cristiana. Es ese movimiento subyacente, que no es anticristiano, sino que completa al cristianismo, aproximando más los opuestos, trayendo la vida física y lo relacionado con ella más dentro del campo de la observación y la atención..."
(M. Louise von Franz: Alquimia. Introducción al simbolismo)

Luz entre dos oscuridades
(Amelia de Sola)

"Vi todo el planeta, el grano de arena, con sus atareados enjambres, como un circo donde los antagonistas cósmicos, dos espíritus, estaban preparándose ya para una lucha crítica, asumiendo disfraces terrestres y locales, enfrentándose en nuestras mentes despiertas a medias. En una ciudad tras otra, en un pueblo tras otro, y en innumerables granjas solitarias, quintas, cabañas, chozas, en todos los agujeros donde las criaturas humanas se preocupaban por sus comodidades, escapatorias y triunfos pequeños, fermentaba la gran lucha de nuestra época.
Una voluntad se alzaba como un desafío en nombre de un mundo nuevo, anhelado, razonable y gozoso, donde todo hombre y toda mujer tendrían la posibilidad de vivir plenamente, y de vivir al servicio de la humanidad. La otra parecía ser esencialmente el miedo a lo desconocido. ¿O era algo más misterioso? ¿Podría ser una voluntad de dominio que fomentaba para sus propios fines la pasión de la tribu, arcaica, vengadora y enemiga de la razón?
¿Cómo enfrentar una época semejante? ¿Cómo alimentar el coraje cuando sólo se es capaz de virtudes domésticas? ¿Cómo preservar a la vez la integridad de la mente, y no permitir nunca que la lucha destruya en el propio corazón lo que se quiere realizar en el mundo, la integridad del espíritu?
Dos luces como guías. La primera, nuestro átomo resplandeciente de comunidad, con todo lo que esto significa. La segunda, la luz fría de las estrellas, símbolo de la realidad hipercósmica, con su éxtasis cristalino. Curiosamente, en esta luz, en la que el amor más alto es tasado fríamente, y en la que aún la posible derrota de nuestro mundo despierto a medias es contemplada sin remisión de alabanza, la crisis humana alcanza mayor significado. Es raro que parezca más urgente, y no menos, participar en esta lucha, este breve esfuerzo de criaturas microscópicas que tratan de ganar para su raza algún acrecentamiento de lucidez, antes de la oscuridad última."

(Olaf Stapledon: "Hacedor de Estrellas")

Olaf Stapledon escribía estas palabras finales de su "Hacedor de Estrellas" en 1937. Socialista convencido, se encontraba, como tantos otros hombres y mujeres de su tiempo, intensamente preocupado por el ascenso de los fascismos, que amenazaban con arrasar toda comunidad, toda racionalidad, toda lucidez trabajosamente ganadas a las tinieblas del origen. Humanista y anhelador de un misticismo en el que nunca pudo, sin embargo, descansar, no le parecía carente de sentido la lucha por acrecentar la comunidad y la lucidez humanas, antes de lo que él consideraba la inevitable zozobra en la "oscuridad última".
Sus palabras, sin embargo, podrían haber sido escritas hoy, porque lo que él llamaba "la gran lucha" de su época es, en realidad, la gran lucha de cualquier época, y también la de la nuestra.
Y es que entonces, y ahora, y siempre, esos dos espíritus, el que aspira a un mundo pleno, razonable y gozoso para hombres y mujeres, y el que utiliza, en nombre del dominio, el arcaísmo de la "pasión de la tribu", siguen contendiendo, en el circo de la realidad externa y en el de nuestros corazones.
Como entonces, también hoy asistimos al ascenso de una barbarie que amenaza con arrasar (muchas veces en nombre de Dios, otras tantas en nombre del mercado, y bastantes en nombre de ambos) las delicadas conquistas de milenios de amor, de fe y de trabajo de generaciones enteras. Las aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad, los derechos humanos, la igualdad de derechos entre los sexos, la libertad de creencia, de opinión, de expresión, la dignidad humana, y la tímida y reciente extensión de estos ideales a nuestro hermanos animales y la Madre Tierra.
¿Cómo haremos, entonces, para salvaguardar y acrecentar para nuestros hijos e hijas este patrimonio, este legado que nos ha sido transmitido por los que estuvieron antes?
Y es que esta especie, esta especie tan animal como todas las demás, tan casual como todas las demás, tan efímera, tan producto de una evolución ciega, esta especie habitante de un minúsculo planeta en el arrabal de una pequeña galaxia, se ha atrevido a levantarse, mirar su mundo, especular sobre su origen y destino, reflexionar, aspirar a la justicia, amar, creer, construir, generar belleza y dedicar el breve espacio de cada vida, y el breve espacio de la vida colectiva, a algo más que la pura supervivencia.
Que tanto y tan gozoso atrevimiento sea sólo un efímero y amoroso destello entre dos oscuridades no le quita ni un ápice de dignidad y sentido. A fin de cuentas, como la rosa de Silesius, somos sin por qué, y florecemos porque florecemos. Y nuestro florecer enriquece al Universo.
¿Cómo afrontar, entonces, nuestra época, carente también de garantías de que vaya a sobrevivir nuestro mundo?
Esta misma pregunta se le hacía a un Jung ya anciano y sabio, y creo que su respuesta tiene también sentido para nosotros. Desde su perspectiva, la civilización podría seguir su marcha si un número suficiente de hombres y mujeres realizaban en sí mismos el trabajo de individuación, de integración de su totalidad, ese trabajo que pasa por la aceptación de nuestra oscuridad (la sombra), por la integración de lo que nos es otro y ajeno (el ánimus/ánima) y por el servicio al Self que es la propia totalidad, la de uno y la de todos (y la de todo).
Porque la sombra de la barbarie que amenaza nuestro mundo vive, en primer lugar, en nuestra mente y nuestros corazones, y porque la otredad a la que tememos es aquélla que nos complementa, y porque la totalidad a la que debemos servir es nosotros y siempre nosotros.
Cada vez que vemos un noticiario, cada vez que oímos un relato terrible o vemos una imagen de injusticia y sufrimiento, tenemos varias opciones. Una, el odio que añade enfrentamiento a los bandos. Otra, la indiferencia que nos aisla. Una tercera, la crítica al opresor "externo". Creo que existe una postura más compleja, que tiene que ver con la aceptación de la barbarie del mundo como nuestra, del dolor del mundo como nuestro, del amor al mundo como vía de sanación individual y social.
Hoy leía en un blog amigo, "El silencio de las caracolas", una frase de Machik Labdrön que me resonaba profundamente: "En otras tradiciones los demonios se expulsan al exterior. En la mía se aceptan con compasión".
Y en esa aceptación, unida a un compromiso de construcción adentro y afuera, podremos (quizás) ser e irradiar esa lucidez de la que hablaba Stapledon, ese creciente nivel de consciencia, ese amor sin por qué que ha florecido en nuestra especie. Y dignificar al cosmos con una cálida, hermosa luz entre dos oscuridades.
(Amelia de Sola)





El niño divino y el héroe
(Amelia de Sola)
Leía el otro día un librito de Claudio Naranjo, "El niño divino y el héroe", y me interesaba su planteamiento de que, en los cuentos y, en general, en la literatura mal llamada "infantil", pueden encontrarse, a grandes rasgos, dos tipos de relatos, que él llama "patriarcales" y "matriarcales", sin importar si han sido escritos por hombres o por mujeres.
Los relatos patriarcales, según el autor, se caracterizan por la estructura "heroica", con un protagonista (él o ella) imperfecto en un mundo imperfecto. Es el deseo, el deseo de lo que no está, de lo que no es, pero que puede conseguirse, lo que lleva al héroe a emprender su travesía, su viaje iniciático, en el cual y a través del cual tanto el protagonista como el mundo cambian para mejor. Los relatos heroicos, que tienden a ocurrir en lugares lejanos, exóticos o mágicos, suelen tener, además, finales felices. Se desarrollan en el tiempo, con un argumento, en ellos pasan cosas, y prima el "hacer" sobre el "ser". Naranjo pone como ejemplo a las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, o El Hobbit, de Tolkien, pero podríamos añadir muchísimos cuentos clásicos, así como mitos. En realidad, se trata de la estructura que describe Campbell en "El héroe de las mil caras", una estructura, por lo demás, prácticamente universal.
Los relatos matriarcales, por el contrario, suelen desarrollarse en el mundo de lo cotidiano, tener poco argumento, suceder prioritariamente en el presente y no plantearse el tema del cambio. Su protagonista, en efecto, no cambia. No tiene necesidad de cambiar. Es, desde el origen, un ser inocente. El niño divino. El arquetipo de la confianza sin esfuerzo, en contraste con la actitud esforzada del héroe. Donde el héroe aprende, el niño sabe, y donde el héroe transforma, el niño acepta. Naranjo propone los ejemplos del Principito, de Saint Exupery, o La familia animal, de Jarrel. Son historias donde el tema son las relaciones y el amor. El amor, incluso, por un mundo y unos seres imperfectos, que es una de las características del niño divino. Y la primacía del ser sobre el hacer. Los finales, además, suelen ser agridulces, con el regreso del niño divino a su lugar de origen, desde donde, sin embargo, continúa, de alguna forma, iluminando el gris del mundo con su existencia.
Son, creo yo, dos poderosos arquetipos, y dudo que podamos permitirnos prescindir de ninguno de ellos en nuestro psiquismo y nuestra vida. Y hay, además, relatos en los que ambos polos se integran. Donde hay lugar para el hacer y el ser, el cambio y la esencia, la aventura transformadora y el amor. Estoy pensando en una hermosa serie, los Libros de Terramar, de Ursula K. Le Guinn, y en su protagonista, Ged, primero aprendiz de mago, capaz de liberar sobre el mundo, en su orgullo y su habilidad sin control, un mal terrible, de partir luego e integrar en sí mismo ese mal (la sombra), haciéndose con ello más completo, de realizar las hazañas y transformaciones que demanda su mundo para cambiar a mejor, transformándose simultáneamente él mismo en ese hacer, y de renunciar luego a todo poder, acción y resultado, retirándose a una cotidianidad sin tiempo ni heroicidad junto a su compañera Tenar, la segunda protagonista de la serie, que también se ha despojado de todo poder ganando, en cambio, sabiduría y transparencia, en una de las historias de amor más bellas y sencillas que me ha sido dado leer.
Recomiendo, desde luego, en este tiempo de verano, a todos los aficionados a la literatura fantástica, esta serie, menos conocida que otras como El Señor de los Anillos, pero más sutil, delicada y, en cierto sentido, completa.
Por lo demás, ser y hacer, aceptar y transformar, buscar el cambio y amar, son polaridades que se suceden, se alternan, se integran y se transforman una en la otra continuamente en nuestra vida. Somos, debemos ser en simultaneo, niños divinos y héroes, honrando el hacer y el proceso que nos transforma y transforma nuestro mundo, y también nuestro ser, nuestra inocencia esencial e inmutable, desde la que surge todo amor. Los dos polos de nuestra humanidad y nuestra alma.
(Amelia de Sola)




Vivir sin máscaras
(S. Thesenga)
"A partir del miedo que tenemos de nuestro ser imperfecto creamos un ser enmascarado, un ser idealizado, el ser que pensamos que deberíamos ser, en vez de admitir al ser humano imperfecto que somos... Ya sea que hayamos creado la máscara de un niño bueno o de una niña buena, de un hombre o una mujer poderosos, de un estudiante perseverante o un profesor seguro de sí mismo, de un niño dependiente o un adulto competente, de un incauto buscador o un cínico mundano, nuestras máscaras son un intento por elevarnos por encima de nuestros defectos y nuestro dolor, por negar que somos iguales a todos y que somos insignificantes. Creamos una máscara cada vez que tratamos de dar la imagen de alguien más amoroso o más poderoso, más competente o más dependiente, más compasivo o más cínico de lo que son en realidad los sentimientos y las motivaciones que estamos experimentando en ese momento.
Tratar de evitar nuestra verdadera experiencia en cada momento conlleva un desperdicio de energía que puede ser recuperada con el simple acto de decidir abrirnos a la verdad de nosotros mismos tal y como somos en cada instante. Semejante aceptación de uno mismo implica la comprensión de nuestra necesidad de una máscara, la cual ha sido creada por la necesidad que tiene el niño que hay en nosotros de establecer una personalidad aceptable cuando nuestra autoestima se siente frágil y amenazada... La inmensidad de nuestro potencial humano puede ser sólo nuestra si empezamos por atrevernos a ser exacta y únicamente lo que somos en cada momento, sin importar cuán pequeños, temerosos, grandiosos o santos seamos temporalmente.
Si no tratas de ser más de lo que eres, te atreverás a ser todo lo que eres.
(S. Thesenga: Vivir sin máscaras)